Érase una vez un mueble enterrado en cera

 
 

Desde el momento en que recogimos la alacena nos dimos cuenta de que había mucho trabajo que hacer. Teníamos que retirar capas y capas de cera de mantenimientos anteriores, ajustar los herrajes de las puertas, recuperar clavos que habían sido sustituidos por tornillos... Así que nos pusimos manos a la obra y comenzamos desmontando puertas, herrajes y cajones.

Tras varias manos de decapante y lija comenzamos por fin a ver la madera que había debajo, era tan bonita que desde ese momento tuvimos claro que debíamos dejar parte de la misma al natural.

Una vez tuvimos el mueble totalmente limpio y tratado comenzamos a planear cual sería el enfoque que queríamos darle, al momento nos decantamos por un color verde agua, ya que el mueble nos evocaba a una casa de campo, y decidimos darle un acabado en cera marrón para simular la pátina de desgaste típico de un mueble de estas características.

Para la trasera probamos con varios papeles y colores para ver cuál le quedaba mejor. Finalmente nos decantamos por un papel pintado con abanicos verdes y dorados ya que resaltaba mucho las formas del mueble y tiene una gama de color muy similar.

En cuanto a los herrajes tuvimos claro desde el principio que mantendríamos los originales, los limpiamos en profundidad y decidimos no darle ningún tipo de pintura ya que el efecto desgastado que presentaban tenían un encanto especial.

Finalmente tras muchas horas de dedicación y planificación este fue el resultado final. La verdad es que no pudimos quedar más satisfechos con el resultado. Creemos que este mueble es un ejemplo ideal de que lo clásico y lo moderno se pueden dar la mano sin ningún problema. De esta manera conseguimos que un mueble que se iba a convertir en un residuo le de un toque actual al espacio que vaya a vestir.

 
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