Unos sillones para toda la vida

Estas dos preciosas butacas forman parte de varios muebles que fuimos a recoger a una casa de pueblo antigua. La forma que tienen nos encantó y consideramos que, detrás de ese color tan plano y de la tela tan hecha polvo, había dos joyas pidiendo a gritos que se les sacase brillo

Lo primero era ver cómo estaba la madera debajo de todo ese esmalte, ¡y no estaba nada mal! Solo le hacía falta un poco de masilla aquí y allá y la estructura estaría lista para dar el acabado. No teníamos claro si queríamos tapar el color natural de la madera o mantenerlo... ¿pero a quién vamos a engañar? ¡Nos encanta la madera en todas sus formas y colores! Así que decidimos simplemente dar una pátina verduzca a los huecos labrados que tienen el respaldo y los brazos para dar un poco de contraste y ¡ya!

La tela era otra historia. No tenía una tela fea, pero si queríamos darle un aire más actual... tenía que desaparecer. Nos pusimos manos a la obra y descubrimos que esas butacas habían sido retapizadas más de una vez, ¡encontramos hasta tres tipos de tela distintas! Después de discutir, largo y tendido, si queríamos una tela con formas o lisa decidimos que para darle más vida teníamos que arriesgarnos. ¡Y así fue como nos decidimos por una tela con patrones triangulares!

Finalmente cambiamos las espumas, añadimos guata nueva para que sean más confortables y... tenemos unas butacas muy actuales, con una tela gruesa que aguantará lo que le echemos y una comodidad que nada tiene que envidiar a un sofá.

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Érase una vez un mueble enterrado en cera